UN ACTO DE AIKIDO, UN ACTO DE AMOR

Nuestro apreciado Maestro Lucio, del que algunos de nosotros seguimos “nutriéndonos” indirectamente siempre que hay oportunidad, y del que una parte sustancial de nuestro Keiko es alumno directo y con una estrecha vinculación al mismo, a menudo nos recuerda, en sus tan apreciados y esperados “monólogos” y que transmite con una lucidez y profundidad fuera de toda duda, la importancia de que tengamos presente que el Aikido, nuestro arte, es la vía del amor, incluso el amor en si mismo.

Esta contundente afirmación realizada por alguien a quien todos consideramos un maestro en grado sumo y un guía espiritual, puede causarnos como poco estupor, a los que llevamos menos tiempo a su lado y a vuestro lado. Es cierto que puede parecer exótico, contradictorio o cuanto menos llamativo que, en la práctica de un Arte Marcial se hable del amor con esta apertura de mente y esta amplitud de miras. Solo un maestro puede permitirse hablar de esto con la naturalidad y la trascendencia con la que él lo expresa e intenta, de manera denodada, transmitirlo para que lo interioricemos y nos llegue dentro y se integre en nuestro ser, en nuestro estar y en nuestra forma de conducirnos. Así, al menos, éste que humildemente os escribe ahora y probablemente con gran torpeza, lo ha interpretado y entendido.

A continuación, me vais a disculpar la inmodestia, pero voy a hablaros de mi propia experiencia. Como la inmensa mayoría de vosotros sabéis, mis recientes actos de Aikido me han conducido a un protagonismo involuntario pero inevitable (mi examen de Hakama, mi recentísima lesión de clavícula). Y, a su vez, todos estos estresantes, e incluso desagradables hechos que he protagonizado no han hecho otra cosa que acabar  haciéndome receptor de innumerables actos de amor, de compañerismo, de amistad, de dedicación… llamadlo como queráis… pero a mi personalmente, me han llenado el alma y el corazón al confirmar lo que ya venía sospechando hacía tiempo: que estoy donde quiero estar y que no quiero estar en ningún otro sitio sino con mis compañeros (mis amigos) y con mi maestro. Sois una fuente inagotable de enseñanza y de sabiduría porque muchos de vosotros, ya entendisteis en su momento, incluso aunque a lo mejor todavía no las hubiera pronunciado tan explícitamente, las palabras del maestro Lucio cuando dice que el Aikido es Amor y lo lleváis a la práctica en vuestros actos cotidianos más allá del tatami, y eso en mi infinita humildad, creo amigos, que es hacer Aikido.

Gracias infinitas por vuestros desvelos, por vuestra preocupación, por vuestro interés, por vuestra consideración, por vuestra humanidad, por vuestra paciencia y por un largo etc.

Con respecto a los y las más recientemente incorporados e incorporadas permitidme una sencilla y nada pretenciosa recomendación o consejo: que ninguno de vosotros se sienta nunca inútil o inadecuado para esta práctica solo porque la técnica no salga, no se ejecute o no se entienda de la manera correcta. Censuraros cuando sintáis que no habéis sido lo suficientemente considerados con vuestros compañeros, que no habéis seguido las indicaciones y enseñanzas de vuestro maestro o que no habéis actuado con el debido respeto hacia el dojo o la práctica del aikido, pero no porque  la técnica no sea buena porque para eso hay toda una vida, pero las ocasiones de demostrar cosas por y para los demás, se pierden como arena entre los dedos. Intentad perder el menor número posible de granos de arena de todos los que pasen por vuestras manos.

Maestro Lucio, permítame en este último párrafo que me dirija directamente a usted porque usted es el arquitecto de todo esto, este es su legado que se nos sigue transmitiendo y ¡que gran aportación la suya! Solo espero, como todos, ser un digno seguidor de sus enseñanzas.

Javi.