“Tan pronto como te ocupas del bien’ y el ‘mal’ de tus semejantes, creas una abertura en tu corazón por la que entra la malicia. Examinar, competir y criticar a otros te debilita y te derrota”.
Ueshiba Sensei
Este es uno de los puntos más importantes y complejos del misogi que enseña Ueshiba.
Puede no parecerlo, pero ¡cuidado! Se camufla perfectamente y nos ataca cuando menos lo esperamos.
Juzgar a los demás, comparar y sacar conclusiones- siempre favorables a nuestra razón, a nuestro ego- es de una facilidad pasmosa. Como deslizarse por una pista nevada, o escurrirse en una capa de hielo. Cuando menos lo esperas: ¡zas! Cuesta abajo, o ¡porrazo!
Sin darnos cuenta, lo normal, es que siempre estemos esperando cierto comportamiento de los demás – sobre todo entre quienes nos rodean: familia, amigos, alumnos … -, esperamos cierta correspondencia.
Alguno se ‘salta’ nuestras expectativas, nuestros parámetros – que muchas veces ni somos conscientes de que están, de que los tenemos fijados – y ya hemos patinado: juzgamos, criticamos, clasificamos, catalogamos. ¡Ponemos etiquetas! Este lo está haciendo mal. Aquel/aquella es demasiado soberbio/a, engreído/a, flojo/a,…. Y lo peor, es que una vez puertas las etiquetas casi siempre se quedan durante años o de por vida en nuestra mente y raramente, esa persona queda libre de esa catalogación. Blando, quejica, poco aplicado, tacaño, superficial, borracho, juerguista, vacuo, zafio…. ¡ lo qué sea!, ¡ y cuánto más negativa la etiqueta, más fija y duradera! ¡Un auténtico e inquisitorial Sambenito!
Hay que ser muy fuerte. Firme con el ego. Hay que torcerle el brazo hasta que ceda. Nunca brusca ni violentamente -otra parte complicada de realizar- porque de otro modo, por las malas, también se habrá salido con la suya, y crecerá exponencialmente. No le habremos vencido sino al revés: nos debilita y nos derrota. Suave pero decididamente, sin cejar, con firmeza. Se manifiesta: ¡colleja! Didáctica, cariñosa, pero colleja. Sin ira, ni rencor, pero firme, categórica. ¡Qué no se pase ni un pelo!
El Aikido como cualquier otra Vía, requiere acción, no mera teoría.
¿Si no ponemos en práctica lo que decimos seguir?…
No hay nada que recriminarse, nada que censurarse, o de qué culparse, desaprobarse o reconvenirse. ¡Colleja, y ya !
Como el palmetazo que dan en la práctica del zazen. No es un castigo, es una llamada a mantener la atención en su sitio.
¿Cómo detectemos la irregularidad? Veamos.
Es frecuente que si tenemos una controversia con alguien o en algún asunto y también si presuponemos tenerla, empecemos a argüir razones para reaccionar de una determinada forma.
Si es un caso supuesto, por ejemplo, doy por cierto que un asunto aún no acaecido va a tomar determinado sesgo, casi siempre negativo, en cuyo caso haremos esto o lo otro. Si al final se da el caso diremos: ¡“ Lo que yo decía. Tenía yo razón”! Pero, alma de cántaro, si has estado provocando el resultado durante horas o días. Si no has dejado opción. En tu mente se ha gravado una acción y esa es la que se dará, casi con toda seguridad.
Si la controversia se ha dado hay que tratar de ponerse en la piel del otro y armonizar. Y si es solo algo supuesto…¿Entonces?…
Llegan a la mente los argumentos negativos: ¡Colleja! Al redil. A lo positivo. Para mí, mejor ni una cosa, ni otra: neutro, imparcial. Pero entre uno y otro: “Siempge positifo”.
Cada cual tiene su cruz, su camino, su karma y su misogi. Es personal e intransmisible; exclusivo. Lo de los demás no nos compete en absoluto, salvo para ayudar, si se nos pide – nunca hay que entrometerse- y siempre desinteresadamente, por amor
“El secreto delAikido es expulsar toda maldad de nuestro corazón! (O Sensei)
“Todas las criaturas vivientes poseen el alma del verdadero Dios! (O Sensei)
ahí – ¡Al toro, amigos, qué es el una mona!
No dudéis en transmitir vuestras dudas.
Haremos todo cuanto esté en nuestra mano.