Lo bueno y lo malo …………….. por Luis de la Torre
Es un título absurdo, lo reconozco. Pero aún así me pareció el más apropiado para el rollazo que os voy a dedicar y que, con total seguridad (y haréis muy bien), no vais a terminar de leer casi ninguno.
También pido disculpas previas, pues lo que sigue, posiblemente está escrito desde la perspectiva de Perogrullo y por tanto no arroja nada original sobre lo que ya hemos leído, hablado y escuchado sobre el asunto. Aún así, me apetece, pues desde mi práctica, es lo que de momento me incentiva más en este camino.
Vamos allá:
Como introducción, e insistiendo en Perogrullo, diré que el Aikido es un Vía espiritual.
En mi opinión, una vía debe reunir las siguientes características:
•Un punto de partida.
•Una meta o un punto de llegada.
•Un camino o sendero que recorrer.
•Si es larga, puntos de avituallamiento o de descanso.
Si además es espiritual, que no solo significa referente al espíritu:
•Un punto de partida: la confusión, la dualidad, el estado de sufrimiento latente en la propia existencia, el apego y el deseo de poseer (material e inmaterialmente).
•Un punto de llegada: el abandono del ego, la comprensión de la unidad, y en definitiva la sabiduría, la iluminación.
•Un camino: pautas y prácticas necesarias para llegar a la meta, ya alcanzada a través de este sendero por otros (o sea la Vía en si misma).
•Como es larga, puntos de avituallamiento para el espíritu. Son los avances grandes o pequeños que se consiguen en la práctica diaria, y que evitan que desfallezcamos y abandonemos por desánimo o inanición espiritual.
El Aikido contiene todas estas características básicas que le confieren la calidad de Vía.
Existen muchas vías, y todas ellas conducen posiblemente a la meta anteriormente mencionada, pero yo, como buen ingeniero, necesito estructurar y categorizar para poder exponer, y por ello, me permito dividir estas vías en dos grupos, según me interesa para lo que escribo:
•Vías individuales: conducen a la “salvación” de cada individuo, según su práctica personal (por supuesto, en una vida o en las necesarias).
•Vías colectivas: conducen a la iluminación de un grupo más o menos amplio y entre ellas, existen las que promueven la “salvación” última y únicamente real cuando toda la humanidad lo consiga.
Ambas, como digo, llevan a la meta, pero se me antojan más bellas las del segundo grupo. Más bellas y posiblemente más completas, pues aunque esto sea producto de raciocinio, parece que si lo que queremos conseguir es la integración con el todo universal, la vuelta a casa, es mejor que lo hagamos todos juntos
Reconozco que no sé si el Aikido pertenece a un grupo o al otro, pero según las palabras del Maestro Ueshiba, deben ser del segundo tipo:
•El Aikido es el camino que reúne a todos los caminos del Universo desde la noche de los tiempos, es el Espíritu Universal que contiene y une a todos los seres.
•El Aikido es la verdad enseñada por el Universo que debe regir nuestra vida en la Tierra.
•El Aikido es el principio que une a la humanidad con la Consciencia Universal.
•El Aikido alcanzará su objetivo supremo cuando cada ser, después de haber seguido su propio camino, no sea sino uno con el Universo.
•El Aikido es la Vía de la fuerza y la compasión que conduce a la perfección infinita y la gloria divina.
Extraído de «Aikido: O la armonía de la naturaleza» de Mitsugi Saotome.
(Sí, ya sé que esto también lo incluí en otro artículo, y que soy muy repetitivo, pero es que me parece muy interesante).
Como podéis observar, he remarcado un punto claramente relacionado con este asunto de los tipos de Vías. O sea, que si el Fundador dijo esto, es posible que el Aikido sea del segundo tipo. En todo caso, y en mi opinión, esto es trascendental en la comprensión intelectual de las Vías, éstas, sean del tipo que sean, se basan en el trabajo personal e individual que revierte indefectiblemente en mayor o menor medida (según, creo yo, sean del tipo uno o del tipo dos) en la comunidad (la shanga, la familia, el barrio, el país y en el mundo).
Vamos a retomar de nuevo, el asunto de las características de una vía espiritual, y fundamentalmente de la tercera y la cuarta, que es de lo que, aunque parezca mentira, quiero escribir en este texto.
El sendero que seguimos en la práctica del Aikido está marcado por la relación entre el individuo y el entorno, y fundamentalmente, dentro de este entorno, con otros individuos: dentro del Dojo, el Sotai Dosa; fuera del Dojo también. Los mismos principios del Aikido la unión, el amor, el musubi, son conceptos de relación entre individuos para conseguir dejar de serlo, en la unidad esencial y última.
Mientras practicamos en el Dojo, avanzamos gracias a nuestros compañeros y ellos avanzan gracias a nosotros. Es una vía, como todas, de trabajo individual, pero necesitada de la interrelación y por tanto del avance de todos. En este sentido, se parece mucho a las vías del tipo 2.
A mi esto me parece bastante hermoso. Avanzar gracias a mis compañeros y ellos, a su vez, gracias a mí. Pocas cosas se me ocurren más gratificantes. En fin, esto es lo BUENO del Aikido, que avanzamos todos juntos por el sendero hacia la sabiduría.
Como ya hemos hablado de lo BUENO, ahora toca la cruz. Para explicar lo que quiero, es necesario recordar la cuarta característica de las Vías Espirituales, que antes mencionaba textualmente así: “Son los avances grandes o pequeños que se consiguen en la práctica diaria, y que evitan que desfallezcamos y abandonemos por desánimo o inanición espiritual.”
Esta característica es necesaria, en un camino largo y a veces tortuoso como es el que lleva a la iluminación. Es el pan del camino, el alimento que mantiene nuestro espíritu vivo en esta difícil travesía. Sin embargo, ahí reside el máximo peligro de cualquier Vía: quedarnos descansando en alguno de estos puntos de avituallamiento para siempre; hartarnos del alimento que se nos ofrece en este punto y finalmente confundirlo con la meta o renunciar a ésta en aras del festín que nos estamos dando; escuchar y atender al canto de las sirenas.
Por mi parte pienso que el Aikido es una Vía muy proclive a que los practicantes se queden a vivir con las sirenas. El Aikido, en su camino, otorga algunas facultades con una capacidad asombrosa de embaucar al que las va adquiriendo:
•Otorga la facultad de dominar físicamente a otros, reforzada, además, con la monserga de provocar el menor daño posible a nuestro oponente.
•Capacita para conseguir estados de relajación a través de las técnicas respiratorias.
•A partir de un tiempo, capacita para impartir clases, considerándose el que lo realiza, un extraordinario profesor, o en el peor de los casos un maestro.
•Se obtienen grados (DAN) que en muchas ocasiones, se convierten en el único fin.
•Mejora nuestra forma física, incrementando nuestra fortaleza.
Muchos de los que practicamos Aikido (me temo que la gran mayoría), de una manera o de otra, nos perdemos en el descanso que provocan estas habilidades, convirtiéndose, cualquiera de ellas en la propia meta.
Esto es lo MALO del Aikido, como Vía espiritual. Además, es doblemente dañino. Por un parte, no llegamos a la meta característica de la Vïa y por otra, nos alejamos de ella, volviendo al punto de partida o, aún más atrás, echando leña al fuego de nuestro ego, que crece día a día sin parar.