asanchez
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10 enero, 2016 at 10:49 #3108

AGRADECIMIENTO.

Hace unos días preparé unas líneas a raíz de leer este magnífico artículo suyo que me reconfortó enormemente, pero debido a los caprichos de la tecnología no pude concluir. Esta vez con más tiempo, las doy por finalizadas. Estas son:

Muchas, muchísimas gracias Maestro por sus palabras. Palabras que en estos días ayudan a digerir y tal vez entender lo sucedido en París. En París, en el mundo. Un mundo cada vez más loco, angustiado, perturbado. Donde las sociedades parecen navegar sin rumbo, desnortadas, en un cielo cada vez más cerrado, lleno de nubes, sin apenas una brújula o un horizonte artificial. Sin referencias.
Y entonces ocurre. En la casa donde temporalmente todos vivimos como usted dice.
Cito unos fragmentos de El Arte de la Paz del Fundador que dicen:
El único pecado de verdad es ignorar los principios universales y eternos de la existencia. Esa ignorancia es la raíz de todo mal y todo comportamiento descarriado. Elimina la ignorancia mediante el arte de la paz e incluso el infierno se vaciará de almas torturadas.
La única cura para el materialismo es purificar los seis sentidos (vista, oído, olfato, sabor, cuerpo y mente). Si los sentidos están atascados, entonces la percepción está sofocada. Eso crea desorden en el mundo y es el peor de todos los males.

Lesionar a un oponente es lesionarte a ti mismo.

Y es que como dice Facundo Cabral, estamos distraídos. Hagamos por no repetir aquellas palabras que dijo Iván Illich en su lecho de muerte: “Y si toda mi vida hubiera sido un gran error.
Es por lo que se me antoja aun más importante la búsqueda de esas referencias, esas brújulas que nos ayuden a mantener la dirección de nuestra vida, para no caer en las garras de fanatismos, para convivir como hermanos, para encontrar el camino. El Aikido, el Arte de la Paz es una de ellas. No me cabe duda.
Hace unos días, escuchaba por boca de una amiga la historia de cómo una persona, a través de una de esas brújulas había cambiado su vida (o tal vez la forma de vivirla). Comentaba, como había llegado incluso a cambiar su entorno -su familia- y la atmósfera que la rodeaba. Todos a su alrededor parecían gozar de mayor felicidad que antes. Las personas eran las mismas, pero faltaba un ingrediente, el Ingrediente. Si conectamos con la fuente, con nuestra naturaleza, todo fluye. No hay nada por que preocuparse. Un guerrero de verdad es invencible porque no contiende con nada. ¡Cuantas veces nos insiste en ello! No se trata de luchar, de oponerse sino de relajar. Irresistencia al fin y al cabo.
Son numerosas las corrientes, fuentes, personajes de distintas índoles que voy encontrando que coinciden en eso mismo. No puede haber margen para el error.
Volviendo a las palabras de O Sensei, nos dice:
Lo divino nunca condena a ningún ser humano como alguien totalmente malo. Lo divino quiere que los malvados se den cuenta de la sandez de sus acciones desde su interior; luego corrigen felices sus perniciosas maneras. Ofrece a las almas descarriadas un buen ejemplo y serán conscientes de la maravilla que es la vida y se reformarán de manera natural.
Pero lo cierto es que nosotros si, constantemente lo hacemos. Condenamos, enjuiciamos, valoramos a cada instante. Y lo hacemos encima desde los prejuicios, los intereses y los egoísmos. Desde algún lugar cuanto menos, alejado de la iluminación. Aquietémonos antes de hacer nada. Que mejor momento entonces para releer sus palabras;
Chssss! Silencio en la noche. Silencio en las almas.

Por tanto, gracias de nuevo Maestro. Confiemos que los malvados, los distraídos se den cuenta, cada uno nos demos cuenta de los errores que constantemente cometemos, pues de no ser así según algunas teorías budistas, habrá de repetir curso.
Un saludo.
A. Sánchez.