Día a día … Actitudes Aiki. – El Amor
El amor es el principio que crea y sustenta las relaciones humanas con dignidad y profundidad. El amor espiritual nos lleva al silencio, y éste tiene el poder de unir, guiar y liberar a las personas. El amor es la base para el principio de ecuanimidad entre el espíritu y la persona. Cuando el amor está combinado con la fe, crea una base fuerte para la iniciativa y la acción. El amor es el catalizador para el cambio, el desarrollo y los logros.
El amor no es sólo un deseo, una pasión, un sentimiento intenso hacia una persona u objeto, sino una conciencia que es a la vez desinteresada y satisface el propio ser. Se puede sentir amor por el país de orígen, por un propósito apreciado, por la verdad, la justicia, la ética, por las personas, la naturaleza, el servicio a los demás y por Dios. El amor emana de la verdad, y de la sabiduría. El amor basado en la sabiduría es amor real, no es un amor a ciegas. Descubrir los secretos del amor es observar cómo se revelan los secretos de la vida.
La base del amor verdadero
La base del amor real entre las personas es espiritual. Ver al otro como un ser espiritual, como un alma, es ver su realidad. Ser consciente de esa realidad es tener amor espiritual: cada persona internamente completa, autónoma, pero al mismo tiempo totalmente interconectada con los demás, reconoce ese estado en el otro. Como consecuencia, hay amor constante y natural. El amor verdadero se da cuando el alma tiene amor hacia el alma. El amor por el alma es eterno, ya que el alma nunca muere. Tal amor es virtuoso y proporciona alegría. El apego a lo perecedero es erróneo y causa sufrimiento.
Cuando prevalece el amor espiritual, es imposible que haya enemistad, odio, ira o celos. Los sentimientos negativos se transforman en positivos gracias a la serenidad del amor. En el amor espiritual hay armonía, ya que el amor elimina las tendencias a controlar o a ser dependiente, y asegura la bondad, el cuidado y la comprensión amistosa.
La serenidad del amor
Amor espiritual significa no fijarse en las debilidades de los demás, sino interesarse en eliminar los propios defectos. El método para hacer eso es revisarse internamente con regularidad para verificar hasta qué punto se ha adoptado el hábito natural de hacer felices a los demás, en vez de hacerles sufrir. Sin embargo, el amor verdadero del corazón también significa que uno no puede soportar el ver las debilidades de aquellos a quienes ama. Hay un deseo puro de corregir lo que no nos parece adecuado. Tal corrección se llevará a cabo, por un lado, con los sentimientos de amor y, por otro, con el poder de las palabras. Debe haber un equilibrio entre los dos. Cuando las palabras son demasiado fuertes o excesivas, el resultado no es satisfactorio. Si las palabras son muy hirientes, el otro puede sentirse insultado o humillado por el autoritarismo. Cuando se consigue el equilibrio correcto entre amor y poder en las palabras se da a los demás la experiencia de compasión, misericordia y beneficio. No importa cuán poderoso o amargo sea el mensaje, conmoverá el corazón del otro y se experimentará su veracidad.
Los seres humanos se han quedado atrapados en un modelo de comportamiento que ha distorsionado el valor del amor y la capacidad de confiar mutuamente en los sentimientos e intenciones. En un momento dado hay amor y en el siguiente, ese amor se rompe, produciendo un dolor y pesar inmensos. Es como si el intelecto humano hubiera perdido la conexión con la única Fuente eterna de amor y se apoyara en los recursos temporales. Como consecuencia, en lugar de poseer una sola fortaleza y un solo apoyo de la fuente incondicional, las almas humanas permanecen sedientas de amor verdadero, y lo anhelan aunque sólo sea una gota. Sin este amor, siguen buscando y vagabundeando angustiadas.
La llama eterna
El mundo piensa en Dios como la máxima fuente de amor, el Océano del Amor, la Llama Eterna. Dios da, de manera incondicional, amor imperecedero, universal y único. Imperecedero porque es ilimitado, constantemente radiante y siempre disponible. Universal porque no tiene límites ni preferencias, emana vibraciones amorosas hacia todas las almas de todas las culturas, razas y credos. Único porque el fuego del amor de Dios limpia el corazón y el alma. Los que se benefician de este amor restablecen los lazos de una relación eterna. Los que experimentan el amor espiritual de Dios, los que “se funden con la Llama Eterna de la Verdad”, se desconectan de toda falsedad. Tales personas han aprendido la primera lección de hermandad universal: que todas las personas sienten amor unas hacia las otras porque son hijas del mismo Padre. A esto se llama amor espiritual.
Cuando el fuego del amor espiritual se enciende, las personas comienzan a ejercer el poder de la voluntad para liberarse de la esclavitud de las gratificaciones momentáneas. Se invierte tiempo y se hacen esfuerzos para edificar un estado interno en el que el amor se revele en el rostro y en cada actividad. Con la comprensión del amor espiritual, las personas se afectan menos por las circunstancias adversas. Contemplan las nubes negras y las tormentas como si fueran oportunidades para ejercitar su fortaleza y recursos internos. Su llama no se extingue aunque los demás no les ofrezcan amor. Superan los pensamientos que les pueden llevar a alejarse de una persona, un lugar o una tarea en particular. En cambio, existe la fe de que con determinación, sabrán crear una diferencia significativa y beneficiosa. Cuanto más esfuerzo se hace para amar, más amor se recibe. La chispa del esfuerzo es el amor, y verdadero amor por el esfuerzo significa eliminar cualquier debilidad que obstaculice el camino del amor.
Se puede transformar un mundo entero mediante una visión de amor, una actitud de amor y acciones llenas de amor. El amor espiritual es fundamental para crear un mundo mejor, un mundo de verdad. En un mundo mejor, la ley natural es el amor y en una persona mejor, la naturaleza es amorosa de forma natural.
Extraido de «Valores para la vida»
Programa educativo internacional