¿GRADOS, CATEGORÍAS?…………………….. por Lucio Álvarez

¡¡Por fin logro abrir la página!! La maravillosa tecnología informática había decidido que dejase de funcionar -tendría sus razones- lo que hasta un momento dado se conseguía sencillamente escribiendo una dirección en un buscador -ella sabrá por qué, insisto- y me fuese imposible acceder a nuestra web durante meses…

Bueno, parece que ya se ha arreglado. Usando un tercer o cuarto buscador, eso sí.

¡A lo importante!

He leído en un foro que alguien (Alex) está pretendiendo ‘entrar en el grupo 1’.

Querido amigo mío, cuando lo consigas dime cómo lo has hecho, a mí también me gustaría ‘ascender’.

¡Estás condenado a permanecer en el 2!

Como todos, por otro lado.

Bromas aparte; entiendo el significado de tus palabras. De dónde y por qué salen. Pero aunque las palabras se digan en un cierto sentido figurado, aunque a veces parezcan escaparse o poseer una cierta inocente ironía, proceden del interior de nuestra mente y al formularse tienen un gran poder sobre ella, se afianzan. Vienen de ella y a ella regresan. Como en un movimiento circular o de vaivén.

En realidad, las palabras dichas son consecuencia de un cierto germen surgido en el inconsciente, que subrepticiamente sale al exterior, se manifiesta, se expresa reclamando atención, ‘pidiendo’ su sitio, y al articularse cobren forma y adquieren poder.

Hay que aclarar muy bien los conceptos, para que los pensamientos equivocados y nocivos no lleguen a arraigar y se conviertan en una pesada carga. Todo pensamientos equivocado resulta nocivo y todo pensamiento nocivo es un pensamiento equivocado.

A ver si podemos hacer algo al respecto…

¡En el Camino del Amor -AIKIDO- no hay grupos! No hay categorías, simplemente se sigue o no se sigue. Y aún esto, que ya podría tomarse como una clasificación, es, en todo caso, un mero estado temporal, interino. Tarde o temprano todos entraremos en el camino del Amor. Es a eso a lo que venimos al ser físico.

Y, de cualquier forma, los que ya lo siguen comprenden, o llegaran a comprender, que en realidad, todos estamos en él, que no hay diferencias ni clases. Ni siquiera transitorias.

Veamos que decía el Fundador. No hay palabra más autorizada:

“El mundo entero es como una única familia viviendo bajo un mismo techo; en ella no hay ningún extraño”.

No hay nadie mejor que nadie, nadie es un extraño, no hay grupos.

El Aikido, EL CAMINO DEL AMOR, debe florecer en nuestro interior.

“Construid una estupa (templo budista) dentro de vosotros mismos”.

Es a nuestro interior a donde debemos orientar el proyecto, donde dará comienzo el proceso de transformación y donde se alcanzará la realización.

“En Aikido, primero purificamos nuestro espíritu y luego debemos situar nuestro corazón en el bien”.

Para purificar el espíritu hemos de ir desarraigando los conceptos ‘habituales’ de la mente basados en el instinto de ‘supervivencia’ de individualidad, diferencia y lucha, y enraizar nuevos conceptos de ‘supravivencia’ de unidad, igualdad, universalidad, armonía y amor.

“En cualquier actividad que hagáis es indispensable que activéis vuestro espíritu interior”.

“Cada persona debe limpiar su propio corazón y tener pensamientos benevolentes. Debemos eliminar todas las guerras y luchas de nuestro mundo”.

Si no empezamos por eliminar las guerras, las luchas, las competencias, de nuestros corazones (proceso de transformación), ¿cómo vamos a conseguir paz en el mundo? ¡Debemos empezar por nosotros mismos! ¡Esa es nuestra tarea! Cada uno de nosotros somos nuestra área de competencia.

“Cada uno de nosotros debe limpiar su propio corazón y pensar siempre en el bien de los demás; si no logramos hacer esto, el mundo nunca mejorará”.

Uke, al ‘entregar’ a tori, está pensando en el bien de tori; y tori, al ‘recibir’ de uke estará pensando en el bien de uke.

Kabir, un conoció poeta místico de la India de los siglos XIV y XV, dijo cosas de esta enjundia:

 

“Kabir, no mires las faltas ajenas,

mira sus virtudes solamente;

igual que el abejorro

solo anhela la miel,

contempla al Señor en la flor

de cada corazón”.

 

No debemos ‘corregir’ a los demás, sino, entenderlos, ‘absorberlos’ y amarlos.

He de empezar por limpiarme (purificación: misogi) a mí mismo, para poder llegar a ser. No por la apariencia, ni por los conocimientos, ni por el poder o la seguridad, ni por la posición dentro del grupo o del mundo, sino por mi verdadero ser, para alcanzar auténtico autoconocimiento.

Mientras no haya armonía en el interior, no la habrá en el exterior.

“Si establecéis vuestro corazón en el bien y en el espíritu de la armonía, los tres mundos de lo manifiesto, lo oculto y lo divino se armonizarán y todos los dioses y diosas del mundo estarán ahí para ayudaros”.

“Cultivad el espíritu por encima de todo. Olvidad las preocupaciones por lo que es poderoso o lo que es débil. Las técnicas físicas que practicamos tienen un aspecto letal, pero centraros en su aspecto curativo”.

No os preocupéis por ‘ascender’, sino por practicar el espíritu de la armonía.

“Si no alcanzáis la verdadera armonía, todo vuestro entrenamiento no servirá de nada”.

No hay técnicas mejores, ni mejores técnicos, solo técnicas aiki, musubi, Tai-iku, Ki-iku, Toko-iku y Chi-iku. El ‘Aikido’ no lo vamos a encontrar en un grado, ni en una ‘técnica’ más depurada, ni en una nueva ‘técnica’, una nueva escuela o en nuevos maestros, sino en poner diariamente nuestros corazones en el espíritu de la armonía, tanto en la forma como en el fondo, igual dentro del dojo que fuera de él.

Colocar nuestro corazón en el espíritu de la armonía, es centrar precisamente en ‘eso’ nuestra atención y nuestra intención, y no en ninguna otra cosa.

Dejar de pensar en el mejoramiento personal, para poder mejorar realmente.

Cuando os preguntéis, ¿y eso cómo se hace?, practicad:

Soy parte de mi compañero. Uke y tori se funden en un movimiento armónico, en una acción armónica, en un pensamiento armónico, en una respiración armónica, en una ética armónica… Al hacerlo así, esta armonía se funde en la armonía universal… Y en ese instante armónico, en esa relación armoniosa, el yo desaparece, no hay ya uke y tori, ni tú y yo, sino, un único cuerpo, una única mente y un solo espíritu.

Y estando en esa práctica, profundizando en la práctica de la unidad, estaremos fundiéndonos en la armonía espiritual, en la Divinidad.

Si nuestra atención se centra en la expectativa de experiencias físicas o mentales, en los logros personales -aparentemente loables-, que es a lo que el mundo, la sociedad y nuestro ego nos impulsan, por muy disimulados que estos sean, ya no estaremos en el sendero del amor y la armonía. La mente, el ego, su afán de superación, son solo herramientas; usadas con moderación y sabiduría nos serán útiles y eficaces; usadas en exceso, sin un conocimiento y equilibrio adecuados, crecen, se agrandan, se descontrolan, se convierten en un estorbo y, al final, son ellas quienes nos utilizan en lugar de dejarse utilizar.

¡Atentos a los matices! Cuando hablamos de armonía, procuramos hacerlo en el mismo sentido que el Fundador dio a dicho término, el de ‘AMOR’.

Podemos pensar -muchos así lo creen y lo ponen en práctica- que se trata de “aprovechar la fuerza del contrario para derribarle, para vencerle. ‘Unirse’ a la fuerza generada por su ataque para ganar, para salir victorioso en un enfrentamiento, o ante una agresión”. Eso es unión sin amor y por tanto ni es verdadera unión, ni es a eso a lo que el Fundador se refería cuando definía al AIKIDO como el Sendero del Amor.

“Lo que quiero decir con el término ‘aiki’ es fundamentalmente distinto a cómo entendieron este concepto los antiguos artistas marciales. Ellos veían ‘aiki’ como una técnica marcial eficaz. Yo lo veo como una función del amor. Por favor, pensad en esto detenidamente”.

En fin, podría seguir y seguir, la inspiración de las palabras del Fundador (y de otros místicos) es inmensa. Miro libros suyos y de otros como él, buscando una frase con que rematar estas notas y me pierdo en el infinito universo que la belleza y sabiduría de sus palabras me sugiere. ¡Pondría todas!…

Bueno, al final elijo la que sigue, porque es un estupendo epítome de sus enseñanzas, en unas pocas líneas nos explica qué y cómo somos, cuál es nuestro verdadero objetivo, dónde tenemos que buscarlo y qué hacer para encontrarlo.

“Mientras estamos en la tierra, nuestro espíritu es inseparable del cuerpo. Así están hechos los seres humanos. Por lo tanto, debéis unir espíritu y forma y armonizar la mente y el cuerpo para desarrollar un carácter que sea bello y radiante. El reino del cielo está en nuestro interior. Dios es amor. Nunca ejerzáis oposición al camino del amor. Protejamos el mundo y caminemos cogidos de la mano por el camino del amor. Así ha sido desde el principio de los tiempos”.

Un abrazo queridos amigos (especialmente a Alex).

Lucio Álvarez