Camino a la redención
REDIMIR:
Librar a una persona de una obligación, de un dolor, o de una situación penosa.
Conseguir la libertad de una persona o sacarla de la esclavitud mediante el pago de un precio.
Esta es la definición que nos ofrece la R.A.E. acerca del acto de redención.
Cuando buscamos nuestro lugar en el mundo, consciente o inconscientemente, por esas casualidades que no existen, ya que son causalidades, puede que llegue a nosotros el camino del Aikido. Probablemente, de cada 100 personas que llegan al Aikido, hay 100 maneras o caminos diferentes por los cuales se llega y nos invita a abrir la puerta.
Y ya sabemos, que con las puertas abiertas, se genera corriente. Esa corriente, a muchos les lleva a no entrar y abandonar, por miedo. Otros muchos, atraídos, deciden unirse a esa corriente, en muchas ocasiones heladora, en otras tantas, cálida y acogedora. Decía Jesucristo, tal como se cita en el Nuevo Testamento:
“El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Juan 3:8).
¿No será que esa corriente de viento y su Sonido que no sabemos de dónde viene ni a dónde va, nos está llamando?
Del concepto previo que tenemos del Aikido al que poco a poco se nos va revelando, puede que disten auténticos abismos de desconocimiento.
Sin miedo al rubor, el Aikido es un Sendero Espiritual, es un Arte Marcial del Espíritu. El arte marcial que busca la unión Cuerpo-Mente-Espíritu. Luego, ¿Dónde está el enemigo si en lo que me inicia el Aikido es en la espiritualidad? El único enemigo que conoce el Sendero del Amor a través de la Energía Universal, se llama EGO. Pero no sólo ese ego pernicioso y malvado que siempre ha sido el malo de todas las parábolas, cuentos y enseñanzas. También ese ego que llevamos pegado en silencio en nuestra alma (o incluso como yo, en el nombre –Di – ego-). Ese ego latente que parece no dar la cara. Ese ego instalado plácidamente en el subconsciente lleno de miedos, de conceptos preconcebidos (creencias) y que queramos o no, forma parte de nuestro ser, de nuestra manera de comportarnos, de nuestra manera de estar en esta vida y en este mundo.
Los innumerables traumas, miedos, prejuicios, fobias, y demás creencias fundadas o infundadas, arrastrados desde nuestro nacimiento, han forjado una personalidad de la que en ocasiones nos es difícil tomar conciencia. Precisamente porque están enraizados en el subconsciente.
La psicología más moderna afirma que el 95 % de nuestras acciones y pensamientos diarios, están basados en nuestras creencias que residen en el subconsciente, de manera que si estas son negativas o perniciosas para nuestro ser, y no empezamos a tomar conciencia de ellas y trabajar en forjar otras nuevas y enriquecedoras, éstas, las nocivas, desde el subconsciente, seguirán rigiendo nuestras vidas de manera inexorable hacia un estado personal que podríamos calificar como negativo (las semillas de las cebollas, fructifican produciendo cebollas)
Los miedos al dolor, el miedo al “qué dirán”, las ansias de ser “el ganador” como en una competición, la necesidad heredada e impuesta de “hacerlo bien”, las ideas preconcebidas acerca de un arte marcial (el manido: “sirve para defenderme”); todos esos prejuicios (creencias personales y colectivas), no son más que el combustible ideal para nuestro ego.
El Aikido nos enseña la Unión, nos enseña el Amor, nos enseña el Respeto, nos prepara para la limpieza espiritual (Misogi) nos da pautas de disciplina mentales, ayuda a mejorar nuestra atención y nuestro estado físico y mental, y nos dirige de manera clara hacia el “Kototama” (o Verbo creador). Y todo ello, desde uno mismo, cambiando creencias, reemplazando conceptos que en ocasiones han convivido con nosotros desde el principio de nuestra vida. Y por qué no, incluso antes. Es una válvula de escape de esa olla a presión a la que a veces llega nuestra existencia, para librarnos de tanto dolor, malestar o sufrimiento. A través de su práctica, y siguiendo el camino a la Luz y el Sonido, nos muestra cómo enfrentarnos amorosamente a ese enemigo silencioso que habita en nuestro más profundo interior; “pagamos ese precio” que nos lleva a la ansiada libertad de nuestro Cuerpo – Mente – Espíritu. “Nos liberará de esa situación penosa” (parafraseando a la R.A.E.).
El camino a la redención.
-“Todos tenemos un espíritu que puede ser refinado, un cuerpo que puede ser entrenado de cierta manera, un sendero conveniente para seguir. Estás aquí con el solo propósito de darte cuenta de tu divinidad interior y manifestar tu iluminación innata. Alimenta la paz en tu propia vida y luego aplica el arte a todo lo que encuentres”-
MORIHEI UESHIBA
Gracias de todo corazón por llegar hasta aquí con tu lectura. Un placer saber que has leído este artículo.
Diego