Y aquí va otro poema:
Este dedicado especialmente a Roberto y sus dudas sobre ‘el vacío’. ‘La vacuidad’, sería mejor decir.
El autor es un poeta, músico, místico, filósofo y santo de la India, conocido también como Bhagat Kabir Ji (San Kabir) Un referente de los poetas sant, cuya influencia se prolonga a todo tipo de fe, tanto en la India como fuera de ella.
“Compañero, la morada donde vive mi amada (el alma) no tiene igual.
Allí no hay felicidad ni desdicha.
ni verdad ni falsedad,
ni pecado ni virtud.
No hay día ni noche, ni luna ni sol.
Hay resplandor sin luz.
No hay conocimiento ni meditación,
Ni repetición de mantras ni prácticas de austeridad.
Ni hay discursos originados en los Vedas ni en otros libros.
Hacer, no hacer, sostener, abandonar:
nada de eso existe en ese lugar.
Ni hogar ni falta de hogar, ni fuera ni dentro.
Lo grande y lo pequeño son inexistentes.
No los cinco elementos ni la trinidad están allí,
ni tampoco el sonido no producido del Shabad.1
Allí no hay flor, ni rama ni semilla.
Los frutos lucen sin árbol,
el sonido Om y el sonido Soham2 sincronizados con la respiración,
esto y aquello, todo está ausente, la propia respiración es desconocida.
Donde está mi amada no hay nada en absoluto.
Dice Kabir: Sé que quien ve mi señal
Alcanzará el nirvana”.
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Shabad. (Kototama) El sonido interno surge de lo inmutable y eterno con energía luminosa, y su expresión externa es perfecta, conduce del conocimiento inmediato a la Iluminación. Se llama sonido no producido por no ser audible con los sentidos físicos y proceder de esencia eterna o divina y no de ninguna causa física.
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Om: Es el sonido fundamental de la mística hindú, reproduce la estructura de lo divino y de la realidad.
Soham: (¡Soy yo, o, eso sí soy yo!) Es un mantra sagrado que expresa la verdadera identidad. Cuando el místico llega a desprenderse de toda influencia física y mental, cuando libera su consciencia interior, profunda, de la aparente dualidad, es cuando se muestra en su esencia, en su realidad eterna. Entonces es cuando se reconoce como verdad, inmutable, absoluta, inmarcesible y exclama: ¡Soham! (¡Eso sí soy yo!)
En el plano de espiritual pura no existe la dualidad. Vacío, lleno; bueno, malo; guapo, feo; placer, dolor…, son inexistentes. Estos aspectos, apariencias, percepciones mentales solamente se dan en el plano físico-mental.
Por otro lado, hasta la propia definición de vacío ha dejado de tener valor más allá del uso práctico que pueda darse a este término para la vida cotidiana.
Vacío, en física, es un espacio carente de materia. Esta definición ha quedado totalmente obsoleta, desechada por las teorías cuánticas, de las cuerdas y supercuerdas, etc.
Además: ¡¡¿Qué importa?!!
Un cuento que viene al pelo:
“Un hombre cayó a un profundo pozo del que no podía salir por sus propios medios. Desesperado, gritó pidiendo ayuda, pero nadie oía sus gritos. Por fin, cuando ya estaba a punto de ahogarse, otro hombre que pasaba por allí le oyó. Rápidamente buscó una cuerda y se la arrojó al que se ahogaba urgiéndole a agarrarse a ella para poder rescatarle. Pero, el hombre que estaba dentro del pozo en lugar de aferrarse a la cuerda, preguntó: ¿Quién eres tú, por qué he de fiarme de ti? El rescatador se identificó y volvió a urgir a la víctima. Este volvió a preguntar: ¿tendrás fuerzas suficientes para subirme o soltarás la cuerda? ¡No, no soltaré! Aseguró el interpelado. No obstante, el del pozo siguió preguntando: Y la cuerda, ¿resistirá? ¿Con qué materiales está hecha? ¿Cuándo se recogió el cáñamo con que está hecha? ¿Quién la ha fabricado? ¿Está bien trenzada? ¿No se romperá con el roce contra el brocal?… El que pretendía salvarle, respondía pacientemente a todas sus preguntas, pero él, aún desconfiado, siguió preguntando y preguntando hasta que al final las fuerzas le abandonaron y se ahogó”.
Esta es nuestra postura habitual: en lugar de usar la ‘cuerda’ que se nos brinda para salir del pozo en que están metida nuestra mente, nuestra atención, nuestra consciencia, preguntamos y preguntamos. Preguntamos cosas que no son cardinales y que, además, no estaremos capacitados para entender hasta que no hayamos alcanzado el nivel adecuado. Y lo que indefectiblemente pasa cuando alcanzamos dicho nivel es que las preguntas que tanto nos preocupaban dejan de tener importancia.
No podemos resolver complicadas ecuaciones cuando apenas sabemos sumar. Primero pongamos los medios necesarios, y las dudas se irán resolviendo por sí mismas. El fruto solo cae del árbol cuando está debidamente maduro. Y cuando llega a sazón cae por si solo. Es la ley universal.
Qué importa saber intelectualmente qué es el vacío, la vacuidad, o cualquiera de las cuestiones que solemos plantearnos: qué somos, de dónde venimos, a dónde vamos, qué es la vida, qué es la muerte… La verdad es que innumerables pistas a nuestro alrededor dan respuesta a estas cuestiones, pero, por falta de atención, no vemos, o no comprendemos cuando las vemos. Pero, en el fondo ¡qué más da! ¿De qué nos sirve saber qué es la lluvia si no la hemos experimentado? Solo de satisfacción del ego. Onanismo intelectual. La mente, sus capacidades, deben servir para ayudar a buscar la verdad eterna, no la relativa y efímera verdad intelectual, física, metal. Y, desde luego, no debe servir para satisfacerse a sí misma.
“Esto no es mera teoría
ha de ser practicado” (O Sensei)
Y no podemos usar nuestra mente para resolver los misterios del espíritu utilizándola, aplicándola de la misma forma y con los mismos medios con que la usamos para resolver los problemas del mundo físico. Para llegar a la Realización antes hay que lograr la auto-realización. Autoconocimiento primero, Conocimiento después.
Practiquemos los principios fundamentales: Tai-iku, ki-iku y Toko-iku. Sobre todo Toko-iku: Toko-iku, Toko-iku, Toko-iku…
O, lo que es lo mismo: Humildad, humildad y más humildad. Y cuando hayamos acabado con el ego que nos encadena, cuando hayamos humillado nuestra cabeza hasta tocar el suelo, entonces: ¡más humildad!
Un famoso villancico:
“Si supieras la entrada que tuvo
el Rey de los cielos en Jerusalén
que no quiso ni coches ni calesas,
solo un borriquito que alquilado fue.
Quiso demostrar, …
que las puertas divinas del cielo
tan solo las abre la Santa Humildad”.
Aunque no lo creamos, todas esas dudas, todas esas indecisiones, son producto de nuestra dependencia del ego. Por eso es tan importante no hacerle caso.
Lo lógico es trepar por la cuerda que se nos ofrece lo más rápida y firmemente que podamos. Así, con tesón y paciencia, podremos salir del pozo. Quedándonos en nuestras dudas, en nuestras indecisiones y desconfianzas, en nuestros miedos –injustificados- solo lograremos ahogarnos.
Además, la indagación interna, practicada con sinceridad, humildemente, carece totalmente de efectos secundarios nocivos; ¡al contrario!, siempre es beneficiosa. Y es, así mismo la única capaz de resolver todas las dudas, pues no hay nada más eficaz y concluyente, nada más esclarecedor, que la experiencia personal.
Un Verdadero Maestro (mi maestro) dijo en cierta ocasión, refiriéndose a la experimentación personal (o ‘experiencialización’):
“No os limitéis a fiaros de mi palabra, experimentadlo por vosotros mismos. ¿Quién os asegura que digo la verdad? ¿Cómo podéis saber si soy un verdadero maestro o un consumado actor?”
Para obtener ‘información’ de primera mano practiquemos y experimentemos por nosotros mismos, así, “compañero, podremos alcanzar la morada donde vive mi amada, que no tiene igual.
Allí no hay felicidad ni desdicha.
ni verdad ni falsedad,
ni pecado ni virtud.
No hay día ni noche, ni luna ni sol…
Hay resplandor sin luz”.
¡Un abrazo, y bienvenidos al comienzo de curso!
Lucio Álvarez Ladera